Cada casa presenta un estilo, y en cada estancia, está representado por un mueble. Es el primero que se coloca y en torno a él se lleva a cabo el resto de la decoración. Es fundamental determinar cual es el estilo, las medidas, los materiales, acabados, la colocación… para a partir de ahí llevar a cabo el resto del estilismo.
En el dormitorio, es el cabecero quien marca el estilo dominante. Además, es determinante su ubicación para marcar la pared principal del dormitorio, y enmarcar la zona central del espacio. Los cabeceros tapizados suelen ser los idóneos para conseguir habitaciones de estética romántica y femenina, pero también retro.
En función del tipo de tapizado y del tejido utilizado conseguiremos acercarnos más al primer o segundo tipo. La piel resultará más fría que cualquier tejido, y un cierto grosor en el relleno aportará una sensación envolvente.
En dormitorios de estética clásica, los cabeceros suelen ser redondeados, ribeteados con molduras, y más altos en el centro que en los laterales.
Suelen destacar por la riqueza en la decoración y por la simetría de formas. La madera es el principal material en que se realizan este tipo de cabeceros, y el acabado determinará el enfoque del estilo. Los barnizados suelen responder a estéticas más sofisticadas, mientras que los decapados acentúan el estilo provenzal.
En ambientes modernos, se impone la horizontalidad, las líneas puras y rectas. El cabecero se extralimita a las dimensiones de la cama, ocupando también la longitud de las mesitas.
En ocasiones, suele presentarse desplazado, ocupando la parte central y una de las mesitas, lo que descentra el cuadro estético, aportando dinamismo y movimiento.
Cuando buscamos un dormitorio colonial, la fuerza del cabecero suele residir en los materiales con los que está confeccionado.
Cañas de bambú, rafia, sisal, algas, maderas exóticas, cuerdas tejidas, mimbre… quedan completamente a la vista. Las dimensiones suelen ser mayores que los de otros estilos, tanto en anchura como en grosor.
La decoración mediterránea, como la ibicenca, suele carecer de cabecero exento, sino que éste es un saliente realizado en obra, que forma parte de la pared principal. Cualquier tipo de mueble de obra, suele representar ese estilo desenfadado e informal que generalmente va unido al sol, a la luz, y a las altas temperaturas.
En la última década está cobrando cada vez más fuerza la decoración oriental, y en este estilo predomina, sobre todo, la altura exagerada del cabecero, y la multitud de colores empleada en su decoración.
En ocasiones, es sustituido por un biombo, o por un papel decorado, situado únicamente en la zona central de la pared.
Cuando el espacio es reducido o buscamos mostrar amplitud y ligereza, el cabecero suele limitarse a un rectángulo colgado unos centímetros por encima de la altura del colchón.
Puede ser un cabecero propiamente dicho, guardando la estética con el resto del mobiliario, o una pieza artística, haciendo las funciones de tal.
Y por supuesto, dentro de los estilos, no debemos olvidarnos del estilo propio. Ese mueble en el que se puede leer la personalidad de su dueño o creador. Cabeceros decorados, llenos de fantasía, de color o de mezclas inusuales. Cualquier cosa que pase por tu imaginación puede hacerse realidad, y convertirse en el sello de identidad de tu dormitorio.
A partir de aquí, vendrá el resto.
Fotografías: B&B Italia, Portobello Street, Sofamobel, Roche Bobois, Lawson Robb, Dennis Design, Flor4u.
Por Olaia Pellón
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Publicado el: 13-03-2009 | Autor: Olaia Pellón